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Mensaje por Admin Sáb Mar 28, 2009 12:59 pm

He notado, entre lectura y lectura, que algunos de los posts contienen lo que se llamaría comunmente, dogmas del pensamiento.
Si bien la palabra dogma proviene de la griega dokeo, "opinar", es acaptado por todos que un dogma, igual que una "verdad revelada" no es algo que pueda discutirse, ni en público, ni en privado.

Donde existe dogma no hay disentimiento, pero tampoco hay curiosidad.
En efecto, el dogma asegura dar respuesta a un interrogante, pero eso no es todo; más que esto pretende definir una actitúd, una forma de ser, de creer y de expresarse la cual debiera ser uniformemente aceptada.
Hay quienes se sienten conformes con esta respuesta y se modelan día a día en concordancia a ella; pero hay quienes no lo están y no precisamente por espiritu de contienda, ni de rebeldía.
Qué hacer con quienes siguen usando de su libertad para buscar otra respuesta? Expulsarlos?
Seguramente eso harían en otras épocas, incluso llevarían las cosas mucho más lejos...

Opinar distinto no es buscar la dudosa gloria de "llevar la contra", o ser rebelde al concepto que por norma y tradición algunos siguen sin cuestionarse; responde a un movimiento interno de la consciencia misma que percibe como errónea o incompleta la contestación recibida y decide buscar otra que le satisfaga más.
De no haber habido en el pasado quienes desafiaran estos dogmas todopoderosos, de la clase del famoso "magister dixit", -el maestro lo dijo-, hoy por hoy seríamos bastante distintos de los que somos y demasiado parecidos a pueblos en etapas que hoy son, a ojos vistas, anacrónicas y perimidas.
El criterio de autoridad, -porque ahí es donde descansa la irrebatibilidad del dogma-, puede beneficiar a algunos durante un tiempo, pero perjudicará inevitablemente a la mayoría a la que se priva de encontrar respuestas más acordes con los tiempos.

Si el mundo lucha por la antidiscriminación, por la igualdad de derechos ante la ley, por la libre expresión; por qué al presente, con cierta sutileza o burda y abiertamente se nos sigue machacando con estas "incontrovertibles verdades" que solo quienes propugnan entienden como tales?
Digo que solo quien es dogmático puede encontrar validez al propio dogma, mientras ve con asombro cómo la gente va enzanchando el criterio y aceptando novedades que él ve de modo muy distinto.
Porque el dogmático es en sí mismo un misoneísta, es decir, alguien con aversión por las novedades.
Y aquí se va abriendo el panorama, como el sol que despeja las ominosas nubes y arroja claridad sobre la neblinosa tierra.

Sin desafiar convencionalísmos basados en el criterio de autoridad seguiríamos creyendo en una tierra plana, centro del universo; continuaríamos enviando gente a la hoguera en el convencimiento de que servimos a Dios con tales acciones, negando sentimientos de piedad por el temor de un castigo futuro en respuesta a la desobediencia del dogma.

No se puede ahogar la natural curiosidad del hombre, ni su búsqueda perpétua de respuestas donde las halle; y no se puede digo, porque esta es la esencia humana.
Nuestra naturaleza es inquisitiva; cada quien según su capacidad y acorde a sus fuerzas busca la verdad, su verdad.

Muchos padres desearían que sus hijos continuaran siendo niños por siempre, pero esto no es posible. Igualmente, -pero con otros fines-, hay quienes desean y se esfuerzan por amordazar las vóces de los que opinan diferente, quebrar las manos de quienes escriben "lo que no conviene" y vaciar las cuencas de los ojos de los que ven más allá...
Una sociedad callada, obediente, que acepta sin chistar las cargas que se le impongan por más injustas que sean, -cuando hasta los burros cocéan-, es lo que se ha visto en el pasado y se quiere reeditar en el presente.

Cuántos Galileos, cuántos Giordano Bruno, cuántos Miguel de Servet, hacen falta para que caigan finalmente las barreras del dogma, tan débiles en sí mismas y tan acerbamente reforzadas por sus pocos beneficiarios y otros tantos que engañados con futuras recompensas celestiales las extienden ignorantes del mal que hacen...

Porque si el dogma condenó a María Magdalena a ser lapidada, uno más grande la absolvió y expuso a los hipócritas que creían servir a Dios con el asesinato.

Porque estrangular el libre uso de nuestra inteligencia y discernimiento nos atrofia en lo moral. Tales son los alcances de esta obtusa costumbre de "dejar el juicio a otros" para sentirnos aliviados de la carga de una existencia que implica decisiones y acciones concienzudas.

Ampliar el criterio es amplificar nuestras capacidades de sentir lo que nos rodea.

Negar, por ejemplo, el desdoblamiento astral que muchos practican, -achacándolo al engaño del diablo- no evitará que este siga siendo practicado por sus cultores, sino que privará a otros, -por temor de ese mismo diablo prefabricado- de descubrir que también ellos pueden practicarlo y vivenciarlo.
Y este es solo un ejemplo.

El dogma es, por lo tanto y según creo, algo antinatural y contrario a la esencia misma de la libertad humana.
Con él no puede haber libre albedrío porque no deja elegir más que en el exíguo sector que indica con gesto omnipotente y apoteótico.
Pero por encima de todo, empequeñece el alma humana haciéndola esclava y miope; no más que una marioneta movida por cuerdas insondables que permanecerán ocultas para siempre jamás en puro beneficio de esa casta de "oráculos autoproclamados de la verdad única", tan ajenos al bien común, al sentimiento y al progreso integral del hombre, como empeñados están en su propio y egoísta bienestar.

A quien tenga interés en continuar la investigación personal de cuánto daño ha hecho en el decurso de la historia esta servidumbre, -a véces consentida-, de la propia consciencia a la imaginería autoritaria de unos pocos erigidos en jueces, le bastará con leer entrelíneas la historia de la civilización.
Allí verán la cantidad de masacres y guerras, quema de "brujas" y torturas inenarrables, que se han sucedido unas a otras sin que se objetara por parte de las masas la contradicción de un "pensamiento" que acabó por poblar un millón de véces más el odiado infierno, que el anhelado cielo...

Ampliar el criterio es ampliar los horizontes y ampliar los horizontes representa una vida más digna de ser vivida.
Buscar sin impedimentos para conocer, porque conocer y saber hacen la diferencia entre el hombre verdadero y la muda bestia.
Y buscar para conocer la Verdad, que es la única que nos liberará realmente.

El tío Mors.
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